lunes, 9 de febrero de 2009

Los fumadores, entre el atraco y la estafa. A. Escohotado.

Leo este genial artículo en el blog de nuestros primos Dejar de Fumar que tenemos vinculado en el listado de la derecha y decido traérmelo cual urraca ladrona porque merece la pena echarle una lectura. El artículo tiene ya unos años, pero me ha gustado ver qué me suscita después de este tiempo de abstinencia y cambios de perspectiva.


Pensaba dejar los cigarrillos el próximo febrero, dando por suficientes 40 y muchos años de gran fumador, pero el recrudecimiento de la cruzada antitabaco justifica un ejercicio de solidaridad con quienes siguen fumando, y aspiran a ser respetados.
En efecto, los reglamentos no mandan que las tiendas de alpinismo estampen en sus artículos esquelas sobre peligros de la escalada; ni imponen a la manteca y la mantequilla esquelas parejas sobre los riesgos del colesterol. Ni siquiera los concesionarios de motos y coches deportivos deben incorporar algo análogo sobre accidentes de tráfico. Vendedores y bebedores de alcohol, quizá por respeto al vino de la misa, no son molestados. Quienes usan compulsivamente pastillas de botica resultan pacientes decorosos, y quienes toman drogas ilícitas son inocentes víctimas, redimibles con tratamiento. El tabacómano y el simple usuario ocasional de tabaco, en cambio, son una especie de leprosos desobedientes, que pueden curarse con sanciones y publicidad truculenta.

Es indiscutible que el humo molesta, y que debe haber amplias zonas para no fumadores. Sólo se discute qué tamaño tendrán en cada sitio (edificios, barcos, aviones) las zonas para fumadores. Cuando algo que usa un tercio de la población recibe una centésima o milésima parte del espacio -o simplemente ninguna- oprimimos a gran número de adultos, capacitados todos ellos para exigir que las leyes no reincidan en defenderles de sí mismos. Que las leyes prohíban, o impongan, actos por nuestro propio bien dejó de ser legítimo ya en 1789, al reconocerse los Derechos del Hombre y del Ciudadano, gracias a lo cual en vez de súbditos-párvulos empezamos a ser tratados como mayores de edad autónomos. Y es llamativo que en un momento tan sensible al respeto por muy distintas minorías cunda un desprecio tan olímpico hacia la única minoría que se acerca a una mayoría del censo. Sólo se entiende, de hecho, considerando la tentación de convertir los estados de Derecho en estados terapéuticos, legisladores sobre el dolor y el placer, donde lo que antes se imponía por teológicamente puro pueda ahora imponerse por médicamente recomendable.

Con todo, la sustancia del atropello no cambia al sustituir sotanas negras por batas blancas. Si atendemos al asunto concreto, vemos enseguida que la fanfarria terapeutista disimula y deforma sus términos. En primer lugar, la nicotina estimula, seda y previene algunas enfermedades; los agentes propiamente nocivos son alquitranes derivados de asimilarla por combustión. El gendarme terapéutico ¿se ocupa acaso de promover alternativas al alquitrán? Las primeras patentes de cajetillas con una pila que calienta el tabaco a unos cien grados, hasta liberar la nicotina sin producir alquitranes, tienen más de 20 años. Esos revolucionarios inventos para inhalar selectivamente han ido siendo comprados por las grandes tabaqueras, como es lógico; pero que Philip Morris o Winston se arriesguen a poner en marcha tanto cambio pide un cambio paralelo en la actitud oficial, hoy por hoy anclada al simplismo de satanizar la nicotina.

En segundo lugar, las incoherencias del terapeutismo coactivo brillan en el hecho de que sus desvelos por la salud del fumador no incluyen informar sobre o intervenir en qué fumamos, cuando el tabaco ronda una quinta parte del contenido de cada pitillo. El resto, llamado sopa, es una receta confidencial del fabricante, cuya discrecionalidad le permite novedades como añadir tenues filamentos de fósforo al papel, para que queme más deprisa. En tercer lugar, a este generalizado trágala se añaden promesas de doblar el ya exorbitante precio de las cajetillas, como si sumir en ruina al tabacómano le resultara salutífero.

Así, los deleites unidos a fumar -que son básicamente energía y paz de espíritu-, y los inconvenientes de dejar esa costumbre -que son desasosiego, y resucitar la codicia oral del lactante- pretenden solventarse con un cuadro de castigos: no saber qué fumamos, no tener alternativas a una inhalación de ilimitados alquitranes, padecer atracos al bolsillo, sufrir discriminación social, o comulgar con falsedades (como que estaremos a salvo de cáncer pulmonar, bronquitis, arteriosclerosis e infartos evitando el tabaco). Curiosamente, el cruzado farmacológico norteamericano, que está en el origen de esta iniciativa, se niega por sistema a reducir sus emisiones de gases tóxicos firmando Kioto, sin duda porque tragar humo de modo involuntario y no selectivo es tan admisible como inadmisible resulta tragarlo de modo voluntario y selectivo.

Ante tal suma de iniquidades, un grupo tan nutrido como el tabaquista debe reclamar los mismos derechos que cualquier minoría, empezando por regular él mismo sus propios asuntos. Actos de pacífica desobediencia civil en cada país, como encender todos los días varios millones de cigarrillos a cierta hora, parecen sencillos de organizar, y prometen tanta fiesta para los rebeldes como impotente consternación en el gendarme higienista.

Moliére lo comenta ya en L'amour médecin: «el tabaco es droga de gente honrada, como el café». Reconozcamos también que en tiempos de Moliére no se había descubierto el cigarrillo, ni Hollywood había promocionado tan abrumadoramente su empleo. Doy por evidente que los ceniceros sucios despiden un olor asqueroso, que el tabacómano es una especie de manco, y que fumar muchos cigarrillos genera a la larga efectos secundarios funestos. No por ello resulta más arriesgado que conducir deprisa. Ni es más insensato que ignorar el cultivo del conocimiento, la práctica de la generosidad o prepararse cada uno para su venidera muerte. Lo arriesgado es que la ley saque los pies del tiesto, lanzándose a proteger a los ciudadanos de sí mismos, como si la sociedad civil pudiera administrarse a la manera de un parvulario.

Cuando nos atracan entregamos el botín a disgusto, conscientes de padecer una agresión. Cuando nos estafan lo damos a gusto, imaginando hacer un buen negocio. Pero es estafa, y no buen negocio, cargar con planes eugenésico-paternalistas que siempre aúnan despotismo con frivolidad. Dejar de fumar sólo cuesta tanto porque sus efectos primarios -anímicos y coreográficos- generan un placer sutil. Sin duda, haremos bien dejando de fumar compulsivamente, mientras eso no nos amargue el carácter y desemboque en efectos secundarios como obesidad, inquietud o sustitutos químicos para la sedación-estimulación que obteníamos encadenando cigarrillos. Como dijo Epicteto, "nada hay bueno ni malo salvo la voluntad humana", y si lo olvidamos todo el horizonte se torna banal, no menos que proclive a confundir opresión con protección, estafa con benevolencia.

Antonio Escohotado

Fuente: www.escohotado.org

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Si, es curioso leer algo así cuando hace tiempo que uno no fuma. Yo antes pensaba cosas parecidas y algunas de ellas sigo pensándolas, esto es lo terrible de este tipo de discursos, que mezclan verdades con excusas y concluyen que lo mejor les conviene.
Yo sigo pensando que la industria del tabaco y el gobierno se rien de los fumadores, los culpabilizan y les castigan con impuestos porque ese es aparentemente un consumo opcional. Eso no mejora la salud de los fumadores y que sean víctimas de un abuso no quiere decir que el tabaco no sea nocivo.
En cualquier caso que los impuestos suban no es razón para suspender los planes de dejar de fumar. No cuela, chatín.
Se fuma porque se fuma y eso es irrefutable, querer justificarse es abrir agujeros en el casco del barco.

La Taberna Fantasma dijo...

A mí me encanta el principio. Iba a dejar de fumar pero... como se ha recrudecido la caverna... aaahhhh... pues ya no. En lugar de esta excusa puedes decir, por ejemplo, que te has roto una uña, que te has enfadao con tu vecina o que con el frío se te han abierto las puntas. Todo vale.

También me encanta el párrafo de las tiendas de alpinismo y la mantequilla. Todos sabemos lo adictivas que pueden ser las tostadas matutinas. Y no digamos ascender el Naranjo, que es un ponerse y no parar...

Y eso de que el tabaco proporciona 'energía y paz de espíritu', parece como de broma, ¿no? (Mi Manolo me adora porque después de la paliza siempre me da un beso)

En fin, las críticas al Estado terapéutico, a la hipocresía reinante, a la sopa que nos cuelan las tabaqueras con el beneplácito del Estado 'protector' que saca su tajada correspondiente, todo esto lo comparto, es cierto. Con un matiz: no nos tratan como niños sino como adolescentes, en esa fase en que eres muy mayor para unas cosas y muy niño para otras. Porque de financiar la desintoxicación nadie nos ha dicho nada, ¿verdad? Es un Estado terapéutico pero con sanidad privada, debe de ser madrileño, el estado.

Pero chico, anda que no hay militancias y formas de luchar por una sociedad distinta que no te provocan cáncer ni alteran tu percepción. Porque este es de los que dicen 'yo soy adicto porque quiero' (sic) y aunque deje de fumar también me puedo morir de algo horrible; además, dejar de fumar engorda y vuelve histérico.

A mí me molestó mucho concluir que quería dejar de fumar, porque era lo que mi sociedad biempensante quería que hiciera y me forzaba a hacer. Evidentemente, por motivos muy distintos a los míos. Pero mira, Antonio, al final tus pulmones son tuyos, y a nadie le interesa conservarlos más que a ti. Al Estado le traen por saco tus pulmones, lo único que le interesa es que no le hagas gasto sanitario. Así que tomar o no tomar la decisión de dejar el tabaco en función de lo que el Estado opine al respecto, me parece del género idiota.

Anónimo dijo...

Yo no digo nada de lo del alpinismo y la mantequilla porque me recuerdo como si fuera hoy en Nueva York viendo a un señor inmenso que no se podía ni mover y pensando aquello de no comprendo tanta persecución del tabaco y tanta apología de la hamburguesa, que ya podían ponerles "provoca obesidad mórbida y una muerte lenta y dolorosa".
Mea culpa.

Anónimo dijo...

Hola, llevo desde el domingo 1 de febrero a las 14:00 sin fumar y asi como si tal cosa 3 kilos de más producto de chocolate y bocadillos que antes no comía. No puedo evitarlo!!!!!!!!!! y me estoy deprimiendo, los tejanos me aprietan y no puedo soportarlo pero no puedo dejar de comer aunque luego me siente culpable... isabel

Anónimo dijo...

La mayoría hemos dicho muchas veces pensaba dejar los cigarrillos el próximo... y con una explicación chorra de dos líneas hemos seguido fumando, sin necesidad de utilizar la filosofía kantiana para ello.

Todo ese testamento está muy bien escribirlo cuando ya se ha dejado de fumar y atacan las ganas, en vez de comerse un contenedor de chocolate como hacen algunos y no digo quién.

Anónimo dijo...

Anonimous estupendos avances! lo más terrible de lo más terrible ya ha pasado. Ahora sólo te queda lo terrible y lo menos terrible. Pan comido (con chocolate).
Yo también me he dado al chocolate y al engorde, pero como originalmente estaba como una raspa pues hasta me viene bien. Yo creo que lo del peso es preocupante para la gente que luego lo utiliza como excusa para volver a fumar, porque conozco casos que casi te pueden presentar un certificado médico de que ELLOS NO PUEDEN dejar de fumar a causa del subsiguiente sobrepeso.
En mis diez meses de no fumar, que nunca había estado tanto, lo que de verdad me ha funcionado es eso de no colarme bolas a mi mismo. Las excusas estan muy bien y todos tenemos las mejores. El caso es no fumar y desmontar películas. Para eso te recomiendo que te sometas a unos Aurigazos. Que te pone los pies en tierra como nadie.
Yo recuerdo que cuando llevaba quince días me sentía muy orgulloso de lo que había conseguido. ¿Tú que sientes? ¿Cómo te encuentras? ¿Qué miedos tienes?
Este es un sitio estupendo para encontrar ayuda y ayudar a otros que nos leen con tu experiencia.
Gracias por venir.

Ex-Fumador dijo...

Me encanto la analogía del alpinismo, pero es comprensible su postura, aún así hay que tomar las cosas de quien vienen.

Anónimo dijo...

Grácias Berto, la verdad és que el domingo celebraré secretamente y Dios mediante 15 dias de abstinencia, sí que estoy contenta nunca había estado tanto tiempo pero también me siento rara y sobretodo descontenta por no poder evitar comer és absurdo!!no fumo que és más difícil y si como lo que no tengo que comer, pero todo llegará...cuando me preguntan digo que no tengo ganas de fumar porque para creermelo yo misma sin embargo si me apetecería "disfrutar" de un poco de humo, aunque cada día menos.Como os ha cambiado la vida sin tabaco que cambios reales habeis tenido buenos y malos,eh!! isabel

Anónimo dijo...

El comentario del Alpinismo no es la primera vez que lo escribe como ejemplo. No creo que ande muy descaminado Escohotado.

Recuerdo una amiga mía que practicaba escalada que me comentaba sus diálogos con un compañero; el decía que no podía renunciar al riesgo de hacer escalada libre, que era una forma de entender la vida; mi amiga le decía que eso no era una forma de entender la vida, que eso era no valorar su vida.

No me preocupan las justificaciones para dejar o no de fumar, me preocupa lo que se justifica para poner al tabaco como el mayor de los males.

Saludos!