Aviso general: Al terminar esta entrada me he dado cuenta: 1. de que es larguísima y 2. de que seguramente no os interesa ni lo más mínimo, así que... 3. podéis no leerla y pasar directamente a los comentarios, o bien 4. pasar directamente del asunto e ir a cualquier sitio menos a fumar... Besos.Queridos todos:

Os escribo desde el fondo de la cueva donde hiberno junto con un par de osos que andan escondidos de las escopetas y algunos monos de algunos de vosotros que aguardan el momento idóneo para irrumpir abruptamente una vez más en vuestras abstinentes vidas. Me he hecho muy amiga del mono de Berto, que está el tío contentísimo porque Berto le va a dar el tercer grado en breve y de todos es sabido que a un mono le das el tercer grado y ya lo has visto. Por suerte, el ADSL aquí es excelente y me permite leer vuestras desdichas e inoportunidades casi diariamente aunque a veces no conteste. Cosas de la luna, de las oscuridades de estas cuevas, qué sé yo, cosas del andar nocturnal y distante de los asuntos mundanos, distraída y con pocas palabras, de dedicarme básicamente a mimar mi propio ombligo, tan desatendido últimamente, y a explorar mi mismidad a oscuras, que es como se explora la cosa en condiciones (sois unos mentes sucias).
El caso es que ando hilando y enlazando tonterías o no y tejiendo con ellas el paño con el que me abrigaré este invierno y le tocaba ya el turno a la tontería de las navidades, que a todos nos da algo de ganas de fumar. Su majestad El Jazz va a comprarse una bicicleta y es una excelente manera de atajar el asunto por lo sano (y tan sano) pero el problema es que servidora tiene dos y tampoco las usa mucho, así que como solución personal, descartada queda.
Así que mirad, en mi tónica presente de dejar que las cosas fluyan con naturalidad y sin impaciencias, he decidido dejar de oponerme a los festejos. Asumámoslo, somos minoría. Y además de tapadillo, que vamos todos a los eventos con la sonrisa puesta como el que más a pasar el rato lo menos mal posible. Cobardes. Gallinas.
Diréis alguno, es que yo sí que tengo motivo gordo para tener fobia a las navidades porque tal día como un (por ejemplo) 26 de diciembre se murió mi abuela (esposa/madre/amante...). Sí, bueno, ya, y yo también. Cuánto lo siento. Y qué. Lo pasamos mal, y no tenemos porqué seguir pasándolo mal eternamente en la misma fecha. ¿Y si hubiera sido el 17 de marzo? Parece que jode menos, ¿no? Pues no, jode igual.
Otros diréis, es que yo soy más ateo que Cristo (paradoja) y me revienta la mercantilización de un rito que, para más inri (doble paradoja), es una imposición de la iglesia católica. Además de sometidos a Roma, vivimos sometidos al corteinglés y bla, bla, bla... Que sí, que yo también, y al final acabas haciendo algún tipo de cena especial en nochebuena con tu familia nata o innata como todo el mundo. Este motivo admite distintas modalidades, pues a algunos católicos también les toca muchísimo la moral lo de la mercantilización y la pérdida de los valores cristianos, etc. Pues lo mismo nos digo a todos, si vamos a cagarnos en el asunto, lo hacemos consecuentemente, pero si sólo vamos a despotricar, pa eso mejor nos tomamos unos cavas y nos echamos unas risas con los compañeros de trabajo. Cada uno que se monte la fiesta según sus in/creencias.
Y luego está el motivo más extendido e inexpresable, el del vacío innominado (este concepto es de la escuela Gabi-Tabi), la obligación de estar contento cuando no se está, la constatación de que tu familia, ideas, afectos, modo de vida, no se parece ni de lejos al estándar que se impone este mes e incluso a veces lo contradice abiertamente, el hecho de que en muchas familias no se reza por la paz en el mundo sino para que cierto sujeto no vuelva a casa por navidad y se pudra en el infierno que le toque, y se discute con los suegros para que no le hagan regalos sexistas a la niña, por un poner, o el vacío que deja la hipocresía del amor al prójimo en una mezcla ecléctica de altruismo, filantropía y caridad de domingo por la mañana que sólo nos sale cuando se nos pide desde un anuncio de turrones... En fin, que no nos faltan motivos para aborrecer las navidades, está claro.
No sé a vosotros, pero a mí todo esto me da unas ganas locas de echarme un pitillo.
Pero mirad, he decidido ayudarme un poco y jugar en mi propio equipo, lo que incluye no quemarme la sangre por estas cosas sino disfrutar lo que pueda de cualquier situación. ¿Quiere eso decir que voy a ir a la misa del gallo el día 24 o a montar un belén en la entrada de mi humilde morada? Pues no, claro, pero canalizo mi frustración al respecto de un modo constructivo como por ejemplo lanzándome a la burocracia de la apostasía, que cuesta mucho pero se consigue (sí, queridos amigos creyentes, para los no creyentes este es un acto constructivo). Ya está, decisión tomada. Puedo no volver a alterarme por ello.
¿Quiere decir que me voy a abandonar al consumismo navideño? Pues tampoco. He decidido apoyar un amigo invisible en mi familia con un tope de 20 euros, por ejemplo. Tomada esta decisión, pensemos en otra cosa.
Otro estresor, la lotería. Juego 10 euros en el décimo de mi trabajo. Y se acabó. Al que insista le daré toda la asertividad de la que soy capaz.
Otro, la dieta. No es para tanto. Hace dos años adelgacé cuatro kilos entre el 1 de diciembre y el 15 de enero. A nada que me proponga ir por el mes con algún dedo de frente no engordaré ni un gramo. Si queréis pistas, descargad mi dieta, que está en documentos. Sólo se trata de hacerla los días que no haya cachondeo y de dejar pasar un par de horas entre la comida y los dulces los días que sí lo haya.
Y neutralizados estos estresores navideños, ya me puedo relajar y disfrutar del tema. Mañana tengo copa y cena, el sábado no recuerdo bien qué, pero algo tengo también. Y así hasta el 7 de enero.
Por otra parte, últimamente he dado en pensar en la importancia de los ritos afectivos, de establecer cosas como, por ejemplo, comer con tu familia el primer viernes de cada mes, o todos, o los domingos, o con tus antiguos compañeros de aquel trabajo donde hicísteis piña, o allá como cada uno lo establezca para que sea un día esperado con ilusión y no con aburrimiento ni sensación de obligación absurda, así que no voy a oponerme al aspecto ritual de la navidad este año, lo he decidido. Su dimensión, significado e intensidad, los decidiré yo misma.
Pero ¿qué celebrar? ¿Y por qué ahora y no otro día? La mayoría de las religiones del mundo establecen sus ritos y fiestas en torno a los ciclos naturales del calendario astronómico, que determinaban el calendario de las cosechas y, por lo tanto, de las actividades de las sociedades entonces agrícolas. Por ejemplo, mayas, aztecas, celtas y arrianos y, en general, las religiones anteriores al cristianismo en Europa, celebraban el solsticio de invierno, es decir, el día con menos horas de sol del año, día a partir del cual las horas de luz aumentan hasta el solsticio de verano. En su simbología religiosa y en distintas versiones, este día simboliza el renacimiento del sol, deificado para casi todas ellas, el comienzo de un nuevo ciclo. El cristianismo sincretizó esta y otras fiestas y situó el nacimiento de su dios en esos días, y esto es lo que celebramos en los países de influencia cultural cristiana.
Así pues, ¿por qué no celebrar el comienzo de un nuevo ciclo? A mí me revienta la falta de luz del otoño, me pone huraña y me manda a las cuevas de los osos, así que estoy que doy saltos por saber que, a partir del 21 de diciembre, la cosa va a mejor. Es cierto que me lleva a evaluar el último ciclo y que debo hacer un ejercicio de benevolencia hacia mí misma y quedarme con lo positivo, con que no fumo, señoras y señores. Pero también puedo proyectar planes hacia el futuro y despreocuparme del típico propósito de dejar de fumar propio de estas fechas. Puedo reafirmar mis afectos de cara al nuevo ciclo y por eso voy a celebrarlo con las personas a las que quiero, mi familia, mi pareja si se deja, mis amigos...
Una vez resueltos los estresores y reafirmados mis proyectos, no le veo problema a las navidades ni ansiedad alguna que me lleve a recibir visitas del mono, así que en un rato me puedo ir a tomar unos vinos, que he quedao.
Amigas como Gabi, Magui y Diane llevan un rato pensando que en sus latitudes celebran el solsticio de verano, es decir, la plenitud del (dios) sol y no su renacimiento y que a ver qué narices celebran entonces... Amiguitas, son desajustes de la invasión/evangelización de los indios (o de lo-s-indiós, que decían aquí los curas antes de que yo naciera y a veces después). Pero no importa, el razonamiento emocional, queridas mías, es el mismo.
Y ahora entenderéis mejor cuando recibáis mi felicitación navideña. Si queréis vomitarle encima podéis hacerlo, estoy de un humor excelente. ¿Acaso no se ha vuelto Berto un converso feliz del tabaco? Pues yo de las navidades, ala.
PD1: Como no tenía ganas de discutir hoy, he escrito en masculino. La próxima, ya sabéis lo que toca.
PD2: La vela, sí, navideña, pero con más chicha. Porque sigue siendo mejor encender una vela que maldecir la oscuridad...